Bill Gates: “Espero que Elon Musk reflexione bien sobre lo que dice”

Mientras la nueva estirpe de multimillonarios se enfrasca en una delirante carrera por conquistar el poder político y el espacio, el padre de Microsoft afirma que su fundación está cada vez más cerca de dar con la vacuna de la malaria. En su nuevo libro, 'Código fuente', recorre sus primeros 25 años de vida.
Cuando Paul Allen le dijo a Bill Gates (Seattle, 69 años) que probara el alcohol, se emborrachó por primera vez. Cuando le dijo que fumara marihuana, la probó. Cuando le convenció para que creasen una empresa, fundaron Micro-Soft, el nombre original de la compañía de software que revolucionó la informática desde su nacimiento, hace medio siglo. El éxito arrollador de Microsoft convirtió a Bill Gates en una celebridad cuando solo era un veinteañero. Desde entonces, todos los focos le han apuntado, primero como empresario y luego como filántropo. Sin embargo, su infancia, adolescencia y juventud son mucho menos conocidas. Gates decidió hace año y medio excavar en el baúl de los recuerdos. El resultado es Código fuente (Plaza & Janés), una autobiografía fascinante que cubre sus primeros 25 años de vida, desde su infancia en Seattle hasta el nacimiento de Microsoft.
Ese viaje al pasado está repleto de confesiones íntimas. Cuenta la historia de un niño que a los nueve años se había leído de la A a la Z todos los tomos de la enciclopedia familiar, pero al que le costaba encajar en el colegio, donde intentó forjarse una identidad como bromista. Relata la relación con su abuela Gami, que le ganaba siempre a las cartas. Admite que se comportaba como un "sabelotodo malcriado" con sus padres hasta que un psicólogo le ayudó. Explica cómo tuvo acceso a una computadora a los 13 años en el mismo colegio que Paul Allen, dos años mayor. Explica que la muerte de su mejor amigo a los 16 años le marcó para siempre. Confiesa que, por el uso que hacía de la sala de computación, estuvieron a punto de expulsarle de Harvard, la universidad de élite que abandonó para apostar por un sueño luego hecho realidad.

El fundador de Microsoft, que dejó de dirigir la empresa en 2006, traza un paralelismo entre la revolución del software hace medio siglo y el momento actual de la inteligencia artificial, que transformará la sociedad. Al tiempo, está preocupado por las prioridades de la presidencia de Donald Trump —no acudió a su toma de posesión— y asegura que tratará de convencerle para minimizar los recortes en ayuda sanitaria y energías verdes.
Gates, que perdió puestos en la lista de las personas más ricas del mundo en 2021, el hombre que donó gran parte de su fortuna a la filantropía, el hombre que ha sobrevivido a teorías de la conspiración, al caso Epstein y a su divorcio, recibe a EL PAÍS en un estudio de su firma Gates Ventures en Indian Wells (California), donde pasa parte del invierno. Un ejército de asistentes se ocupa de que todo esté a punto para grabar la entrevista sin hacerle perder un minuto. Una estilista le coloca bien el jersey y le peina mientras posa disciplinadamente. En la sala de espera, unas barajas de naipes y un gran juego de tres en raya son un guiño al pasado que recorre en su libro.
¿Por qué decidió escribir sus memorias?
Me gusta pensar en el futuro y centrarme en impulsar la siguiente innovación. Pero pensé que contar dónde tuve suerte, las personas clave que conocí y las cosas que he aprendido con el tiempo sería algo divertido para mí y, quizá, valioso para los demás. Me ha hecho apreciar la increíble suerte que tuve por mi exposición a las computadoras y haber nacido en la época en que el microprocesador revolucionaría todo y abarataría enormemente la computación. Mis dos padres, cada uno a su manera, fueron asombrosos. Luego estuvieron las personas que conocí: un joven amigo, Kent Evans, que murió cuando tenía 16 años, y otro amigo de Lakeside, Paul Allen, quien insistía diciendo: "Vamos, tenemos que hacer algo, fundar una empresa". Y, por supuesto, cofundó Microsoft conmigo.

Usted escribe: "No cambiaría el cerebro que me ha tocado por nada del mundo". ¿Se siente privilegiado por su inteligencia?
Me siento muy afortunado de que las matemáticas se me den con bastante naturalidad, y que, por mi amor hacia ellas, mucha gente me dijera: "Acércate a esta computadora y ayúdanos a averiguar cómo funciona". Entonces descubrí que era un poco adictivo, porque si lo haces bien, el programa funciona, y enseguida sabes si estás en lo correcto o no. Desde los 13 años hasta que fundé Microsoft, estuve pensando en software. Así que sí, el hecho de que tenga mucha curiosidad y persevere en tratar de comprender las cosas —que de niño me hacía parecer un poco raro— ha sido la clave de mi éxito.