El fracaso político de Elon Musk en Washington

Pocos en Washington lamentan la salida de Elon Musk del entorno del poder. Esta semana, el magnate anunció su retiro del autodenominado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), una entidad informal, opaca y sin reconocimiento oficial, desde la cual accedió durante cuatro meses a información privilegiada de la administración federal bajo la promesa de ejecutar recortes masivos en el gasto público. Musk se despide "decepcionado", según dijo, por el presupuesto propuesto por Donald Trump, que lejos de reducir el gasto, podría disparar el déficit público. Aunque Trump y Musk escenificaron una despedida cordial, la realidad es que el paso del empresario por la política ha sido un fracaso rotundo con graves consecuencias.

Una cruzada millonaria y personal

Musk invirtió más de 250 millones de dólares en la campaña de Trump y puso al servicio del entonces candidato su red social X (anteriormente Twitter), convirtiéndola en un arma política contra los demócratas. Tras la victoria electoral, celebró como si hubiera adquirido no solo una presidencia, sino una parte del Estado. Su comportamiento altanero y su influencia sobre el Ejecutivo provocaron tensiones tanto dentro del Gobierno como entre legisladores republicanos, mientras la opinión pública comenzaba a expresar su rechazo.

Recortes sin rumbo y consecuencias humanas

Inspirado en la cultura de las startups, Musk prometió reducir el gasto público federal como si se tratara de optimizar una empresa tecnológica. Aseguró que recortaría dos billones de dólares, pero apenas pudo justificar recortes por 160.000 millones, muchos de los cuales no representaron ahorro real para el contribuyente. Aun así, decenas de miles de empleados federales y contratistas perdieron sus trabajos, víctimas de una cruzada ideológica sin fundamentos técnicos ni humanos.

En muchas agencias, equipos improvisados de jóvenes sin experiencia invadieron oficinas y bases de datos con la única misión de recortar partidas sin otro criterio que una supuesta eficiencia numérica. El impacto emocional y social sobre la plantilla federal fue devastador.

El caso USAID: el símbolo del desastre

Uno de los episodios más controvertidos fue el desmantelamiento de USAID, la agencia de ayuda internacional de EE. UU., ejecutado por el secretario de Estado Marco Rubio siguiendo una idea de Musk. La cancelación abrupta de programas humanitarios globales, que beneficiaban a millones de personas vulnerables, fue calificada por Bill Gates como una sentencia de muerte para muchas comunidades en países en desarrollo.

El costo empresarial y reputacional

El paso de Musk por la política ha tenido también consecuencias severas para sus empresas: Tesla, SpaceX, Starlink y la propia X han visto afectada su imagen pública y su relación con inversores y consumidores. Aunque ahora afirma que quiere volver a centrarse en sus negocios, será difícil borrar la huella que dejó en el tablero político: desde su alianza con Trump hasta los saludos nazis, su apoyo a figuras radicales como Javier Milei o el financiamiento de partidos de ultraderecha en Europa.

Si bien es probable que Musk haya ganado en acceso a información privilegiada y contratos gubernamentales, las pérdidas económicas, éticas y sociales han recaído sobre el resto de la sociedad.